DUENDE

Ojos negros

Duende encantado que tocaste a mi puerta
dejando entrar la luz de la mañana:
¿Por qué te fuiste sin avisarme
que sólo me estabas engañando?

Yo creí que la alforja de oro que me dabas
guardaba la esperanza de la esmeralda;
sin embargo, siendo real y apreciable,
su tesoro era una estrella errante de la noche.

En el corto tiempo que tuve aquel destello
viví de ilusiones que tú creaste
siendo vagabunda de tus sueños
y al despertar sólo vi oscuridad.

No toques a mi puerta nuevamente
porque prefiero la costumbre de lo oscuro
a la incertidumbre de la luz
que ciega la visión de mis ojos nocturnos.